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lunes, 7 de septiembre de 2015

Nuevo blog!!

Hola chicos.
Este blog está más muerto que un caminante blanco, pero por si alguien lo ve:
He abierto un nuevo blog literario. Podéis verlo AQUÍ

Será muy parecido al otro, pero le haré ligeros cambios.

lunes, 23 de junio de 2014

Capitulo II (parte I)



- ¡Maldito Ben! Nunca está cuando se le necesita. ¿Cuánto llevamos buscándole? ¿Una hora?

Caminaban con paso rápido atravesando la calle sin prestar la más mínima atención si alguien se había reparado en ellos. Siempre iban por donde había menos claridad y aunque era de madrugada, aún estaba oscuro. Así que las probabilidades de que eso ocurriese eran minúsculas.

Llevaba a la niña cogida por el brazo pero sin apretarle demasiado por si pudiese hacerle daño con la nueva fuerza también adquirida. No supo si había sentido o le molestado el contacto frío de su piel pero no dio muestras de ello.

La verdad es que seguía de los nervios. Aparte de por todo lo acontecido, unas horas antes habían huido del piso. La razón era que Bea se había vuelto fundir todo el dinero que tenían para comer y pagar el alquiler del próximo mes. Y justo cuando debían pagarlo ese mismo día. Aunque claro, ya no sabía bien si ese dinero iba para este mes o para pagar alguno de los cuatro anteriores…

Poco le importó porque cogió a su hermana, le puso encima del pijama el vestido azul de encajes, le peinó su larga cabellera negra, la única foto que guardaba donde salían su anhelada familia, cogió a la pequeña y salieron por la escalera de incendio.

Había visto en las películas a los vampiros saltar desde alturas vertiginosas sin hacerse un rasguño y a otros tanto volar pero no iba a probar ninguna de las dos cosas. Más que nada porque se podría hacer mucho daño. Partirse las piernas, estamparse, dar un bocazo…las posibilidades eran infinitas. Y menos con su hermana en brazos.

Llegaron a una plaza donde había unos cuantos chavales bebiendo. Algunos estaban riendo alguna gracia que acababan de hacer sus compañeros, otros dándole largos tragos a la botella de cerveza, una pareja se estaba enrollando allí mismo sin importar los silbidos que le daban los amigos.

“Mañana no creo que les haga tanta gracia. Lo que hace el alcohol, buf.”

Desde luego no entendía las ganas de beber a la intemperie que tenía la gente en pleno invierno. Con lo fríos que podían llegar a ser allí.

Pero ni rastro de Ben. Estaban en la acera de enfrente para que los presentes no se fijasen en ellos. Eloy observaba bien para que no se le escapara ningún detalle.

Eloy se sobresaltó cuando una mujer pasó por detrás de él sin que este se diese cuenta.

- Joder que susto- murmuró mientras suspiraba.

La mujer se giró momentáneamente para ver quién había dicho aquello y continuó su camino.

Se quedó absorto sin saber que hacer hasta que se decidió a preguntarle. Era la mejor opción antes que seguir dando vueltas buscando a aquel papanatas.

- Perdona, ¿conoces a Ben?- preguntó.

La mujer paró en seco, se giró y negó con la cabeza.

- Y a…- ojeó la nota- ¿Nadia? ¿La conoces?

La mujer lo miró pensativa y después de un corto silencio habló:

- ¿Para qué buscas a la diosa?- susurró con voz suave.

- No…

- Da lo mismo- cortó con brusquedad- Venid conmigo, ya me lo contaras- y dio media vuelta para continuar su camino.

“No lo se” era lo que iba a decir. Y era cierto. La buscaba porque era lo que la mujer le había dicho que hiciese en aquel trozo de papel. Pero no sabía como podría ayudar una extraña. O si querría ayudar aún sabiendo quien le había operado el cambio. Si las dos mujeres se habían llevado mal como decía la nota, la única ayuda que recibiría sería a suicidarse.

Echaron a andar detrás de la mujer. La verdad es que no estaba mal. Alta (incluso más que él), delgada, rubia, ojos verdes…

Además vestía de manera exquisita. Vestía un abrigo negro que le llegaba a las rodillas, una larga bufanda de tela que le tapaba medio rostro y unas botas altas que moldeaban sus piernas. La había estudiado a conciencia vaya. Pena que no estuviese vivo que si no le hubiese echado un buen polvo. Aquel aire misterioso le encantaba.

- Me llamo Natalia pero me gusta más Naty

- Eh, si claro- respondió tratando de disimular.

Natalia estaba inmersa también en sus pensamientos buscando a alguien en aquella plaza pero daba la sensación de que no se atreviese a cruzar.

- ¿Os importa que estemos aquí unos minutos?- preguntó mientras se apoyaba en la pared del edificio- es que estoy esperando a alguien y no me atrevo a acercarme donde está esa panda de borrachines.

A él no le pareció mala idea. Era normal que una mujer tan bella como la que tenía delante no quisiera acercarse donde se encontraban todos esos criajos bebiendo. Aunque él también era un criajo. Muerto, pero otro criajo al fin y al cabo.

Naty se agachó al lado de la niña:

- Vaya, eres toda una preciosidad.

- Igual que tú- dijo Eloy.

- Bueno, lo mío no es que sea muy natural que digamos.- le contestó con una triste sonrisa.

Estuvo un momento acariciando el largo y suave cabello de la niña. Ésta se levantó y echó de nuevo un vistazo rápido a la plaza pero no reconoció a esa persona por lo que finalmente optó por irse.

A Eloy le pareció notar algo raro en la joven mientras caminaba pero no supo el qué.

Estaba distraído intentando averiguar qué era cuando tropezó y cayó encima de Natalia. Por suerte ella conservó el equilibrio y pudo sujetar al vampiro. Justamente le agarró del brazo desnudo. Aunque eso no impidió que cayera el peso en ella.

Ambos se quedaron mirando sin saber que decir.

- Tienes una piel muy fría para ser verano ¿no?

El pobre no sabía que hacer para salir de aquel apuro, así que lo único que acertó a decir fue:

- Y tú estás demasiado plana para ser una mujer tan alta.

Sabía que era un comentario hiriente pero ya estaba dicho. Ella iba a replicarle cuando un hombre rodeó con el brazo el cuello de Eloy:

- ¿Pero qué jaleo es esshte?- preguntó el hombre a duras penas.

Capitulo I (parte II)

Aquella nota le había dejado peor que antes. Ya se imaginaba era de la mujer que lo había convertido en un monstruo. Pero le crispaba los nervios que hubiese escrito la nota tan tranquila, que dijese que no iba a necesitar sangre (por dios, ¿pero esta mujer de dónde había salido? ¿Es que no le informaron cuando la transformaron? ¿Qué vampiro no necesita sangre? Incluso los más tontos saben que la necesitan ya sea por los libros o por las películas) por un estúpido fármaco que aun estaban comprobando si funcionaba o no. Odiaba pensar que en un descuido pudiese hacer daño a la pequeña Lilly, su pequeña Lilly. Aún la recordaba jugando en el laberinto de setos que había abandonado en medio de un pequeño monte. Como se había divertido. Y como había reído cada vez que sus padres la encontraban e iban a cogerla. ¿Estaría durmiendo ya en su cama? Con la suerte que había tenido hasta ahora, dudó de tener la pequeña posibilidad de que el medicamento funcionase. Se puso de rodillas como pudo, cogió aire y gritó al fuego que acababa de tragar a Julia, como si este pudiese escucharlo o hacer que su víctima saliese de él. - Maldita seas bruja. Si tanto querías ayudarme ¿por qué no me diste tus joyas o me enviaste a alguna clínica? Preferías joder a alguien más para que cargase con tu misma desgracia ¿no?- de los ojos le salieron lagrimas, se dio con el brazo y vio que habían dejado una mancha rojiza en él. Eran de sangre - Mírame, me has convertido en un monstruo. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Darte las gracias? No obtuvo respuesta alguna. Se sentía impotente ante tal situación. No sabía como debía sobrellevar su nueva situación ni con que cara iba a llegar al piso. Al cabo de un rato, cuando solo quedaba una débil columna de humo en lugar de las llamas, se levantó y se sacudió. Estuvo andando por las oscuras callejuelas sin fijarse hacia dónde iba. No hacía falta, su cuerpo ya sabía hacia donde dirigirse. Tal vez pudiese ayudarlo Ben. Estaba un poco colgado y también tonteaba con las drogas y sus trapicheos pero era buen tío. Y lo conocía desde que eran unos críos. Siempre se metían en líos. En la época de estudiantes con los profesores y cuando se salieron, era en algún garito por no pagar y con la policía. Siempre acababan persiguiéndolos, pero nunca les cogieron. De todas maneras le estaban esperando sus queridas niñas. Bea seguro que le había cocinado su plato favorito: empanada de carne (aunque no pudiese comer bocado se deleitaría con el olor). Además, seguro que entendería la situación y le ayudaría. Y Lilly, bueno, Lilly iría lo recibiría con su silencio y siempre sería su pequeña princesa. Por suerte no se cruzó con nadie hasta que llegó al piso. Las callejuelas de Granada parecían desiertas a las tantas de la madrugada. Abrió la puerta que daba a la calle, se subió en el ascensor- menos mal, no hay ningún vecino- y esperó hasta llegar a su planta. Primera, segunda, tercera y cuarta. Por fin había llegado. Aunque era mejor respirar tranquilo una vez que hubiese entrado en su pequeño territorio. Contó hasta diez y respiró profundamente (aunque sabía que ya no necesitaba hacerlo) mientras giraba la llave lentamente en su cerradura. Al fin. Se metió dentro rápidamente para evitar que los vecinos de enfrente lo pudiesen ver. Estaba todo en penumbras. No había ni una sola luz en todo el piso. Aunque no le costó mucho ver en su interior. Menudo lujo era esto de tener los sentidos agudizados al máximo. - ¡Ya he vuelto!- su voz era diferente. Ahora era más grave. Ni siquiera la reconoció. Observó unos segundos a fin de reconocer bien todo. Al final del pasillo de la entrada, escondida detrás del marco de la puerta, estaba escondida Bea. - No te acerques. - Tranquila soy yo- ando despacio hasta que solo los separaba poco más de dos metros. - ¡Que no te acerques he dicho! - ¿Qué te ocurre? Solo…yo…- apenas podía hablar- estoy algo cambiado pero… - ¿“Algo cambiado”? ¿A estar muerto lo llamas “algo cambiado”?- vaciló unos instantes antes de continuar- he visto lo que ha pasado en ese callejón. - Así que eras tú…embustera… - No es lo que piensas…- había retrocedido dos pasos pero Eloy ya la tenía sujeta del brazo. No se atrevió a decir nada por temor a su novio. - Me dijiste que la habías dejado ¡Me lo juraste por mi hermana! - T-tranquilízate, si quieres puedo darte la sangre que quieras cada noche…- se había acuclillado protegiéndose la cara con el otro brazo. - ¿Cómo has podido meter esa mierda en el mismo piso dónde hay una niña pequeña?- dijo entre sollozos Cogió la mesa, el único mueble que tenían, y la lanzó contra la pared. Esta, se partió en dos. Rompió a llorar. Todos los esfuerzos que había echo habían sido en balde. Se sentía tan indefenso como un niño pequeño. Bea, que instantes antes estaba asustada, se dio cuenta de ello y enseguida se puso en pie y arremetió contra él si ningún reparo. - Cualquiera diría que no has sido un drogadicto durante tres años. ¿Es que entonces no te importaba tu querida hermanita? - ¿De qué hablas?- no sabía adonde quería ir su compañera. - Ahora hazte el tonto.- una sonrisa se dibujó en sus labios sabiendo que había dado en el blanco- si hubieses dejado esa mierda como tu dices, ahora seguro que seriáis una familia feliz y tu hermana hablaría y jugaría como antes. - Sabes que no fue mi culpa- tenía la voz quebrada. - Claro que lo fue y lo sabes. Así que no me vengas con sermones ni me hagas sentir culpable. Y sin más preámbulo, agarró su bolso y se fue con un sonoro portazo dejando atrás dos almas perdidas en la oscuridad. Lo único que notó era una silenciosa lágrima deslizándose por su mejilla. Ahora sí que estaba perdido. No tenía en quien apoyarse. Ninguna persona con quien hablar. Ni siquiera amigos. Solo él y su silencio. Notó como una pequeña mano agarraba la suya. Había escuchado todo. Eloy la miró y una triste sonrisa se dibujo en su cara. La niña le apretó la mano dándole a entender que siempre estaría con él. Sí, seguro que saldrían adelante. Con o sin ayuda.

Historias, capitulos

Sangre Entrelazada

Capitulo I (parte I)
Capitulo I (parte II) 
Capitulo II (parte I)

Capitulo I (parte I)




-¡¿Cómo!?No, no. Mira tía yo no quiero ser un jodido chupasangre. Tengo novia y una hermanita a las que cuidar. Así que ya puedes ir deshaciendo esto ¿Entiendes?

-Lo siento pero no hay vuelta atrás.

-Esp…-ni siquiera terminó la palabra cuando la extravagante mujer ya ardía en la hoguera- ¡Pero sal de ahí que te vas a quemar viva! Bueno, viva, viva… ¡Que se va a perder lo que queda de ti!






Demasiado tarde. De aquella extravagante mujer vestida como una autentica lolita, solo quedaba un amasijo de tejido y cenizas.

Se sentó a contemplar las llamas, estaba confundido.

Siempre había creído que el fuego les hacía daño a la vista o algo. En cambio a él, le resultaba placentero. Que curioso.

En ese mismo momento, se dio cuenta de cuanto le había cambiado la vida, aunque ya había escuchado eso de que a los 18 daba un brusco giro...
***********************************
Tuvo una vida acomodada. Vivía con sus padres y sus dos hermanas en una casa de Armilla. Era grande, suficiente para cinco personas y un perro de tamaño medio.

El animal fue un regalo a la hija pequeña Lilian de 7 años ya que sentía devoción por los perros. Era un cruce entre pastor belga y mastin. Negro, con las patas y la parte inferior blancas.

Claro que no habían contado con el tamaño que tendría ya adulto.

Nunca tuvieron problemas de dinero. Cada verano se marchaban de vacaciones pudiendo permitírselo con el sueldo del padre, que era chef.

En cambio, él eligió un camino totalmente diferente.

Desde los 13 años había estado en el mundo de la droga, haciendo caso omiso a los ruegos de sus padres o de sus hermanas: la pequeña se lo pedía regalándole sus tesoros más preciados (su mejor muñeca, la pulsera que le regaló su abuela). Y la mayor Erika de 24, que lo hacía a base de gritarle y dándole algún que otro bofetón.

El día que su padre violó y mató a su madre, para acto seguido suicidarse fue un duro golpe para los hermanos. Entonces ya tenía 16 años recién cumplidos. Sus padres siempre se habían llevado muy bien. Nunca discutían. Bueno sí, pero eran las típicas que tenían las parejas. Nunca se iban a dormir sin haberlo solucionado antes.

Lo peor fue que su hermanita Lilly había visto la escena completa. Estaba jugando al escondite con Erika, cuando se escondió en el armario del cuarto de sus padres esperando a que la encontrase. Pero la mayor, aprovechó el juego para darle esquinazo. Aquello se le quedó grabado en la retina hasta tal punto de quedarse muda. Estaba en otro mundo.

Erika no quiso saber nada del tema. No respondió como debía ni miró a la niña que según ella sería inútil para el resto de su vida. Prefirió seguir con su vida hasta ahora, viviendo de los hombres que se rendían a sus pies. Aunque Eloy nunca entendió por qué, si como persona no había valido nada. Tenía su título universitario pero…

Por suerte él no pensaba lo mismo. Era su hermana pequeña y lo iba a dar todo por ella. Incluso dejó la droga – con todo el esfuerzo que le supuso- para cuidarla como era debido.

Se fueron a vivir a un piso pequeño pero suficiente para ellos.

Lo que ocurrió después fue un caos.


Cuando la familia se enteró de lo ocurrido, enseguida fue a ver quién se haría antes con los bienes que había dejado el matrimonio. Al ser los dos menores – la mayor no quiso saber nada de herencias ni disputas familiares- alguien tendría que hacerse cargo de ellos y cuidar de la herencia hasta que tuviesen edad para tomar el control.

Su tía Alejandra, hermana de la madre, ganó por derecho (con sobornos al juez de menores) la custodia de ambos sobrinos. Pero al pasar unos meses para que viese la fiscalía que se cumplía todo al pie de la letra, cambió el nombre de los herederos con ayuda de su marido que era abogado y más sobornos al mismo juez alegando que su sobrino gastaría el dinero en drogas y vendería la casa, dejando a su hermana sin hogar.

Desde el principio el interés de los hermanos había sido nulo.

Al perro de la niña, lo envió a un centro de acogida con la excusa de que no podían hacerse cargo de un animal tan grande; a Eloy le buscó un reformatorio para chicos problemáticos y a Lilly la enviarían a un internado sin importarles si podrían darle la ayuda que la pequeña necesitaba.

No iba a consentir que su hermana se fuese perdiendo poco a poco ni que fragmentase su familia de aquella manera.

Así que cogió una mochila, la llenó de ropa, el poco dinero del que disponían y enseres, y fueron directos a buscar un sitio donde poder quedarse.

Se fueron a un piso pequeño pero suficiente para ellos.

Le hablaba normal, intentaba que la niña jugara y hacia todo lo que estaba en su mano por ayudarla. Pero Lilly no daba señales de mejora. Y no es que tuviese dinero para llevarla a un centro de niños con problemas. Además, era menor y seguramente los separaran. Era mejor seguir como hasta ahora.

La única vez que volvió a reaccionar después de los hechos acaecidos, fue cuando se llevaron a su precioso perro, abrazándolo intentando evitar que se lo llevaran.

Al cabo de un tiempo, se echó novia con tan mala suerte, que era tan o más drogadicta de lo que él lo había sido. Al menos no cayó de nuevo y ayudó a Bea a salir poco a poco. Al fin dejó de lado esa mierda.

*************

Si no había tenido suficiente con todo lo anterior, ahora tenía el problema de depender totalmente de la sangre. Y joder, estaba muerto.

Se encontraba sentado enfrente de la hoguera con los brazos alrededor de sus piernas y estas, pegadas a su cuerpo.

Estuvo un rato con la vista fija en él, pero inmerso en sus pensamientos sin prestarle la más mínima atención.

Soplaba una suave brisa veraniega.

Un pequeño trozo de papel arrugado rodó hasta sus pies y el sonido llamó su atención haciendo que se fijase en él aunque fuese un instante. El sonido le había llegado muy nítido. Como si hubiese pegado la oreja al suelo o el pequeño trozo fuese mucho más grande. Incluso antes, cuando antes de que la mujer saltase, había escuchado a una alimaña correr desde el callejón de al lado.

Volvió a fijar la vista en las llamas pero su mano cogió el papel como si tuviese voluntad propia. Más bien fue por la curiosidad de su contenido. Lo miró detenidamente y lo alisó como pudo para poder ver mejor lo que había en él.

Parecía una nota. La letra era elegante, fina y alargada.

La firmaba una tal Julia.


Querido joven.

Espero que puedas perdonarme por lo que te acabo de hacer pero me pareció que era la única salida que te quedaba.

Llevaba mucho tiempo observándote y, a pesar de los esfuerzos que hacías, vi que caíais poco a poco en un abismo cada vez más profundo tanto tu pequeña hermana como tú.

Necesitabais desesperadamente ayuda, por eso lo hice. Era todo lo que te podía dar.

Pero puedes estar tranquilo, no necesitas sangre hasta dentro de mucho tiempo. Un año si sabes cómo controlar tus nuevos poderes. O al menos eso quiero pensar ya que el líquido que te administré junto con mi sangre, es un fuerte fármaco en fase experimental aún. Seguro que sabes aprovechar al máximo tus nuevas habilidades.

En cuanto comiences a experimentar la sed de sangre, puedes pedir ayuda a Nadia. Ella seguro que estará encantada de ayudarte a pesar de no habernos llevado muy bien.

Sin nada más que decir, me despido querido hijo.


Julia